Falacias del ser humano
Falacias del ser humano
La falacia del hombre natural
El “hombre natural” es un mito que concibe la existencia en el ser humano en un estado o esencia originaria que ha sido corrompido o distorsionado por la influencia de la civilización. En contraste con lo socialmente adquirido que desde esta concepción del ser humano constituye lo artificial, el “estado natural” del hombre es lo ideal y genuino. Se deduce de aquí que el camino correcto para el hombre seria “la vuelta a la naturaleza”, el retorno al estado originario, natural, desechando todo lo culturalmente adquirido que lo oprime y lo condiciona negativamente.
En esta hipótesis se vislumbra una tradición de carácter religioso, aunque haya sido sustentada también por autores no religiosos. Actualmente esta concepción tiene solo un valor histórico, pero no es infrecuente encontrar que forma parte de los esquemas referenciales teóricos de algunas escuelas y desarrollos psicológicos.
Esta concepción del ser humano postula que el “hombre natural” es bueno y tiene cualidades que se pierden o perturban por influencia de la organización social. El desarrollo de la cultura daría un barniz superficial al hombre pero en el fondo se encontraría siempre su naturaleza buena, originaria, inamovible y fija, pudiendo reencontrarse y elevarse nuevamente a un primer término.
En los siglos XVII y XVIII autores como Rousseau, Klages y Lessing sostuvieron posiciones similares. También Hobbes, Spinoza y Locke postulaban igualmente un “estado natural” anterior a la civilización que implicaba considerar esta última como artificial convencional. Rosseau sostenía que las artes y las ciencias habían producido una decadencia del ser primitivo, esencialmente bueno, y le habían apartado de su relación directa y sana con la naturaleza y de su bondad originaria.
En la actualidad sabemos ya que no existe tal “hombre natural” y que esta teoría seria la prolongación en el campo científico, de fantasías idealistas, subjetivas y con un fondo eminentemente religioso. Por otra parte, la teoría del “hombre natural”, participa también de toda una concepción que considera el mundo total como invariable y fijo y que, además de postular un hombre natural, postula una justicia natural, un derecho natural, etc. En pocas palabras, esta concepción del hombre forma parte de un sistema de deseos y fantasías que no se ajustan a la realidad de las cosas tal y como han podido ser observadas objetivamente, y constituyen un conjunto de ideas subjetivas, es decir es una ideología.
Las investigaciones antropológicas han demostrado de forma incontrovertible que los individuos de culturas primitivas tampoco son “seres naturales” en este sentido, y que su personalidad está relacionada con la estructura de su respectiva organización social, que tampoco es simple y sencilla.
Actualmente sabemos que el hombre es un producto histórico, que transforma la naturaleza y el medio ambiente donde vive inmerso, y mediante ese proceso crea la cultura y transforma, asimismo, su propia naturaleza.
Con el hombre surge una nueva manera de adaptarse a la naturaleza y es la de poder crear nuevas condiciones de vida, modificando el ambiente natural, para alcanzar los resultados que se propone. El hombre, en definitiva, es también el producto de un desarrollo histórico que culmina en una nueva naturaleza, la humana.
La falacia del hombre aislado
Es otro de los supuestos muy enraizados en nuestra cultura y por lo tanto, en nuestras teorías científicas.
Parte del supuesto de que el ser humano es originaria y primitivamente un ser aislado, es decir, no social, que asimila con esfuerzo y gradualmente la necesidad de relacionarse con otros individuos.
Esta abstracción está muy estrechamente relacionada con la anterior, la del hombre natural, y ambas pasan por alto el hecho de que el hombre solo es tal en función de ser parte de una sociedad, y además, que el mayor grado de individualidad que puede alcanzar una persona, solo es posible gracias a la cultura obtenida por la sociedad.
Sintetizando podemos decir incluso que este hombre aislado (que así lo toma, con frecuencia y como objeto de estudio, alguna que otra escuela psicológica) es también un producto social, y que esta teoría tipo “Robinson Crusoe”, no tiene ningún fundamento valido. Hoy el problema se plantea de muy distinta manera, ya no se trata de saber cómo siendo seres eminentemente sociales y estando inevitablemente integrados en una cultura, pueden producirse o llegar a darse hombres aislados. Desde el punto de vista de su desarrollo biológico a partir de la vida intrauterina, el ser humano vive en una intensa y profunda compenetración con la vida de otros seres humanos, en una verdadera situación de simbiosis. Por esto la investigación actual se dirige hacia el complejo proceso por el que se pasa de esta condición indivisa, primitivamente no diferenciada, a la condición de individuo y persona.
Uno de los errores conceptuales y metodológicos más importantes en el que además incurren algunas escuelas psicológicas, consiste en estudiar al ser humano como una entidad abstracta, aislado de las situaciones reales, históricas y presentes, en las que transcurre su vida, se forma su personalidad y se establecen sus relaciones de todo tipo.
Esto ha conducido a generalizar aspectos parciales del comportamiento humano a conclusiones erróneas, a conceptos y nociones estériles y a una serie de mitos psicológicos.
La psicología moderna tiende a considerar todos los fenómenos psíquicos como derivados de las relaciones concretas del ser humano con las situaciones reales de su vida. Este es el déficit más importante de la psicología tradicional, que estudiaba al hombre en general, la percepción y la memoria, por ejemplo, como entidades en sí, y no a este o aquel hombre concreto que percibe o que recuerda, a esto en concreto que es percibido y recordado, en esta estructura social y económica, en este momento y en esta situación.
Características fundamentales del ser humano
La concepción del ser humano como un sistema dinámico en el que todos los fenómenos psíquicos, desde la inteligencia o la memoria, el amor o la amistad está relacionada, nos proporciona un modelo de interpretación de la persona, en cada una de las fases de su desarrollo y a lo largo de toda su historia, entendiendo cada etapa como causa y efecto de las siguientes o precedentes respectivamente.
Desde este punto de vista podemos caracterizar al individuo por:
a) Su condición de pertenecer a una naturaleza muy peculiar, la humana. A partir del Renacimiento es cuando el hombre comprende que forma parte de la Naturaleza, pero mucho más tardíamente acepta que forma parte, además de una naturaleza distinta y muy particular. Su condición de ser social hace que paulatinamente se estructure como una mezcla de naturaleza y sociedad, en la que esta última no es un factor superficial que modifica características transitorias o no esenciales del ser humano, sino que cambia profunda y sustancialmente la primitiva condición de ser natural, en el sentido de que ya no se depende de la naturaleza.
b) Su condición de ser concreto, esto es, que pertenece a determinada cultura, a determinada clase social, grupo étnico, religioso, y que esta pertenencia no es causal o aleatoria, sino que integra su ser y su personalidad, que no se debe estudiar la conciencia o la memoria “in abstracto”, sino la conducta concreta de tal individuo o de tal grupo en tales condiciones y en un momento dado.
c) Su condición de ser social. Un ser humano solo llega a ser tal por la incorporación y organización de experiencias con los demás individuos, el conjunto de las relaciones sociales es lo que define al ser humano en su personalidad.
d) Su condición de ser histórico, tanto en el sentido individual como social. El ser humano es el producto de un desarrollo social en el cual emergen nuevas potencialidades, se realizan nuevas conquistas científicas y culturales que se añaden al bagaje de cada persona. Imaginemos un niño que en lugar de aprender a leer, tuviera que comenzar por inventar un alfabeto. En cambio todos asistimos asombrados al espectáculo de cualquier niño de hoy día que maneja un ordenador con la mayor naturalidad del mundo, mientras su padre debe matricularse en una escuela de informática.
e) Su condición de ser reflexivo. El ser humano es el único de los seres vivos que pueden pensarse a sí mismo como objeto de reflexión, utilizar el pensamiento, concebir símbolos universales, crear un lenguaje, prever y planificar su acción, utilizar instrumentos y técnicas que modifican su propia Naturaleza. Aun formando parte de la Naturaleza, puede en cierta medida ser independiente de ella. Todo esto está en estrecha relación con su posibilidad, distinta a la de todos los animales, de producir sus medios de subsistencias. Y esta producción crea la matriz fundamental de todas las relaciones humanas.
Algunas de las falacias construidas por el ser humano
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1. Afirmación del consecuente
“Si A entonces B, B por lo tanto A”. También se conoce como “error inverso”: consiste en suponer que afirmando el antecedente, se puede afirmar el consecuente. Ejemplo: “Todos los perros son fieles, Pedro es fiel, por lo tanto Pedro es un perro”
2. Argumento ad antiquitatem o apelación a la tradición
Consiste en afirmar que porque algo se ha venido haciendo o creyendo desde hace mucho tiempo, entonces está bien o es verdadero. Esta falacia se ve muy frecuentemente en dietas y productos para adelgazar cuando usan la palabra “ancestral” o “milenario” como característica que supuestamente refuerza su veracidad. También en las frases como “siempre se hizo así” para justificar determinada forma de actuar o realizar algo.
3. Argumento ad baculum
Implica sostener la validez de un argumento basándose en la fuerza, la amenaza o en el abuso de la posición propia. Es fácil detectarlo cuando se hace de manera explícita, pero en muchos casos es más bien una insinuación sutil. Por ejemplo, raramente esta falacia se presenta así: “Si no creés en X, te pego” sino más bien así: “Yo creo en X y tengo capacidad de ejercer la fuerza. ¿Vos en qué crees?”.
4. Argumento ad conditionallis
En esta falacia el fundamento o prueba del argumento está condicionado y no puede ser probado, ya que el hecho no existe. Se caracterizan por estar acompañados de verbos conjugados en el tiempo condicional, como: “sería”, “habría”, etc. Su principal recurso es la especulación y lo vemos todo el tiempo en títulos en los medios (el condicional periodístico se usa para cosas que no están comprobadas, como para hablar de un juicio que aún está en proceso, por ejemplo. El problema es cuando se utiliza para hacer pasar un rumor o algo basado en una suposición como un hecho verdadero).
5. Argumento ad consequentiam o apelación a las consecuencias.
Esta falacia apela a las consecuencias negativas o positivas de apoyar una posición particular con el fin de demostrar que es falsa. Si A es cierto, entonces pasa B (negativo), por lo tanto, A es falso. También funciona al revés: si A es cierto, pasa B (positivo), por lo tanto A es verdadero. Ejemplos: “El presidente no robó fondos del Estado, porque si lo hubiera hecho, habría perdido las elecciones” o “El jugador hizo todo lo que pudo, porque si no, no hubiéramos ganado el partido”.
6. Argumento ad hominem
Oh, el famoso ad hominem. El más común de todos: se ataca a la persona que presenta el argumento y no al argumento en sí. Esto toma muchas formas. Por ejemplo, el ataque puede basarse en la personalidad, la nacionalidad o la religión de la persona. O puede que se haga notar lo que la persona podría ganar en caso de un final favorable.
7. Argumento ad ignorantiam
El un argumento ad ignorantiam, también conocido como llamada a la ignorancia, es una falacia que consiste en sostener la verdad (o falsedad) de una proposición alegando que no existe prueba de lo contrario, o bien alegando la incapacidad o la negativa de un oponente a presentar pruebas convincentes de lo contrario. Quienes argumentan de esta manera no basan su argumento en el conocimiento, sino en la ignorancia, en la falta de conocimiento. Ejemplos: “no se puede probar que Dios no existe, por lo tanto existe”.
8. Argumento ad nauseam
8. Argumento ad nauseam
O como una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad. Con esta falacia se argumenta a favor de un enunciado mediante su prolongada reiteración, por una o varias personas. Se apela a esto cuando se incita a una discusión superflua para escapar de razonamientos que no se pueden contrarrestar, repitiendo cosas ya discutidas, explicadas y/o refutadas. Esta falacia la usan frecuentemente los políticos, creyentes religiosos y retóricos, y es uno de los mecanismos para reforzar leyendas urbanas al repetir determinadas afirmaciones verdaderas o falsas hasta asentarlas como parte de las creencias de un individuo o de la sociedad, convirtiéndolas en verdades incontestables. La frase “miente, miente que algo quedará”, atribuida a Joseph Goebbels (uno de los más siniestros jerarcas nazis) es usado por medios y políticos para acusar a otros de esta falacia
9. Argumento ex populo
Un millón de moscas no pueden estar equivocadas. Esta falacia también se conoce como ad populum, sofisma populista o falacia de apelación a la multitud e implica responder a un argumento o a una afirmación refiriéndose a la supuesta opinión que la gente en general tiene sobre ese tema. Suele adquirir mayor firmeza cuando va acompañada de un sondeo o encuesta que respalda la afirmación falaz. A pesar de todo, es bastante sutil y para oídos poco acostumbrados al razonamiento puede pasar inadvertido. Ejemplos: “No lo digo yo, lo dice la gente en la calle”, “la mayoría de la gente opina igual que yo” o “todo el mundo sabe que esto es así”.
10 Argumento ad verecundiam
Aunque algunas veces puede ser apropiado citar a una autoridad para apoyar un punto, muchas veces no lo es: ser experto en algo no te hace experto en todo. Esta falacia también se conoce como argumento de autoridad o magister dixit y consiste en defender algo como verdadero porque alguien que supuestamente tiene autoridad en la materia así lo dijo. Ejemplo: la raíz cuadrada de 2 es irracional porque lo dijo Euclides. Esto no es cierto porque lo haya dicho Euclides, sino porque hay una demostración matemática que lo prueba. Este recurso se usa mucho en las publicidades, cuando hay famosos explicando por qué determinado producto es bueno y se toma como verdadero solamente porque quien lo dice es conocido.
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