Psicología experimental



El phishing es una técnica de suplantación de identidad dirigida a robar datos sensibles de los usuarios, como contraseñas o números de cuenta. La mayoría de los ataques de phishing empiezan como un enlace sospechoso en un e-mail, aunque cada vez nos llegan más a través de redes sociales y programas de mensajería como Whatsapp.

Cuando el usuario incauto pincha en el enlace, es dirigido a una web fraudulenta que simula pertenecer a una institución de confianza (por ejemplo, la web de nuestro banco, o la de un servicio online que utilizamos). Obviamente, si el usuario introduce algún dato en los formularios de la página, estos quedarán en poder de los delincuentes informáticos.

Aun así, el phishing sigue siendo un tipo de piratería informática altamente efectiva. Y es que los seres humanos tendemos a bajar la guardia y a ser demasiado confiados, convirtiéndonos en el eslabón más débil de toda la cadena de medidas preventivas. De ahí que un aspecto importante de la lucha contra el phishing sea el factor psicológico.

La psicología experimental



Lo primero que tenemos que saber es que, por mucho que se esmeren, los piratas informáticos no siempre pueden crear una réplica exacta de la web original a la que quieren suplantar. Existen limitaciones de tipo técnico, y si nos fijamos bien, siempre habrá detalles visuales que no se hayan imitado correctamente 

En la web PhishTank.com podemos observar capturas de pantalla de cientos de webs fraudulentas, y compararlas con sus originales (en la imagen vemos un ejemplo). Una vez que hayamos detectado discrepancias visuales, podremos recurrir a técnicas más fiables para verificar la autenticidad del sitio web (como comprobar la URL, o ver si la comunicación va cifrada).

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Ejemplo de imagen de una web fraudulenta empleada en un ataque phishing (izquierda), comparada con el aspecto de la web verdadera (derecha).

Si el objetivo es que los usuarios aprendamos a reaccionar ante estas alteraciones visuales de la web, la psicología tiene algo relevante que aportar. Los psicólogos experimentales llevan décadas estudiando lo que llaman "aprendizaje perceptivo". Este tipo de aprendizaje permite mejorar nuestras habilidades para distinguir entre estímulos muy similares. Por ejemplo, nos ayuda a distinguir a dos hermanos gemelos incluso si son casi idénticos.

Uno de los métodos que facilitan el aprendizaje perceptivo consiste en el entrenamiento con estímulos de dificultad creciente. Es decir, se empieza mostrando al animal (o a la persona) pares de estímulos muy diferentes, y por tanto fáciles de diferenciar, y progresivamente se va aumentando la dificultad empleando estímulos cada vez más similares.

Por ejemplo, si quisiera enseñar a un aprendiz de sumiller a diferenciar entre variedades de vino tinto, podría empezar mostrándole primero problemas sencillos, como diferenciar un tinto gran reserva de un tinto del año, comparando después vinos cada vez más parecidos entre sí. A este fenómeno se le llama "entrenamiento fácil-a-difícil".

Entrenamiento "fácil-a-difícil"

Con toda esta información, el equipo de investigadores de Psicología Experimental y del Departamento de Telecomunicaciones de la Universidad de Deusto se pusieron manos a la obra para enseñar a los internautas a discriminar webs fraudulentas.

Primero diseñaron la página web de un banco ficticio, que en el contexto de ese estudio haría las veces de la web "auténtica". A partir de ella, siguiendo el procedimiento que usarían los delincuentes informáticos reales, creamos varios clones de la misma web para hacerlos pasar por ella.

En concreto, generaron tres variantes de la web original, todas idénticas salvo por un detalle visual, la fuente de letra empleada. Estas tres variantes de la web se podían ordenar en un gradiente de similitud con la fuente original: desde la más similar (y por tanto, más difícil de diferenciar) a la más diferente. En la siguiente imagen podemos apreciar cómo, en efecto, es más difícil diferenciar la web original (letra Verdana) de la copia en fuente Tahoma, que de la copia en fuente Times New Roman.

Banca Online

Muestras de las cuatro versiones de una página web empleadas en el estudio: la original y las tres copias con distintas fuentes de letra

Durante el estudio, a los participantes (adultos con experiencia en el uso de internet) se les mostraba una serie de capturas de pantalla que correspondían a las diferentes versiones de la web bancaria. Para cada captura, tenían que determinar si esta correspondía a la web original o a una copia.

El objetivo final era aprender a distinguir entre la web original (letra Verdana) y la copia más similar de todas (letra Tahoma). Los investigadores comprobaron que esto era francamente difícil: cuando los participantes debían distinguir entre estas dos versiones de la web, cometían muchos errores y aprendían muy lentamente.

Sin embargo, esto contrastó con los resultados de otro grupo de participantes a los que se expuso a problemas progresivamente más difíciles. Es decir, estos participantes comenzaron diferenciando dos webs muy diferentes (original en letra Verdana y copia en letra Times New Roman) y poco a poco se aumentó la dificultad (Verdana vs. Capriola, y finalmente Verdana vs. Tahoma). Con este entrenamiento progresivo, muchos participantes fueron capaces de diferenciar, al final del estudio, la web original de la copia más similar de todas (Tahoma).

El estudio se llevó a cabo primero en el laboratorio de la universidad con 42 estudiantes universitarios, que son el tipo de muestra más habitual en los estudios de psicología experimental. Después se repitió con una muestra de internautas anónimos más amplia (133 participantes) que tomaron parte desde sus casas a través de internet en una situación más realista, obteniendo los mismos resultados.

El que un estudio se replique con idéntico resultado, y además en condiciones diferentes, es un indicativo de que las conclusiones son fiables.

En esos casos, un usuario previamente entrenado podría ser capaz, como muestra la psicología experimental, de detectar pequeñas variaciones estéticas en el diseño de la web que lo pondrían sobre alerta. Una vez activada esa mínima sospecha, el usuario podría verificar la seguridad del sitio web que está visitando mediante otras técnicas más fiables (como comprobar si la URL es correcta).


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